Antes sí que eran buenos, ahora tienen un blog para hablar de música y sus alrededores. Aquellas cosas que les ayudan a creer que la vida mola porque hay música.
Us enrecordeu de The Wonders? Si, home, aquella pel·lícula de Tom Hanks en la que un "conjunto moderno" (com diria Kiko Veneno) arriba a fer-se famós amb una cançó de moda, però després es desfá i mai més ningú no sap res de nou sobre ells.
Doncs be, us proposem un pseudo-joc:
Quins grups d'aquesta mena podeu recordar? Grups que només hagin tingut un éxit, i després hagin passat a formar part de la memòria col·lectiva, les recopilacions de pasqua i nadal i les converses frikies dels vostres avantpassats i descendents.
Que Bob Dylan no ha muerto es, por suerte, una evidencia. Que, pese a ello, y a la genialidad del maestro incombustible e irreverente, su lugar en la música necesita un reemplazo es, no obstante, una esperanza. Durante 2008 y parte de 2009, Alela Diane fue para mi la materialización de esa esperanza.
No puedo decir ahora por qué extrañas circunstancias, sin haber oido nunca su nombre, me bajé, de dios sabe donde, su disco de 2006. La cosa debió ser hacia principios de 2008, quizás finales del anterior. Lo cierto es que, no importa el cómo, el album titulado "The Pirat's Gospel" me dejó pálido, sediento, sus melodías eran como el agua del pleno desierto. Una limosna a un pobre, vamos. Y la clave de esta emoción era no ya la voz o las letras de Alela, sino la absoluta sencillez de su música, plenamente pura, casi tan transparente como la del Freewheelin'. Casi. En algún lugar web llegué a leer que era una pena que Johnny Cash estuviese muerto, porque no podría cantar la canción "The Rifle" que Alela parecía haber compuesto para la voz intima y pronunciada de aquél.
Los cortes de inicio del disco se me clavaron como piedras del camino de la vida en cada uno de los cinco sentidos. Me recuerdo durante un año como 2008 llegando a casa de cualquier parte para, en la noche, esconder mi sociabilidad y arroparme con "My Third Feet" o "Foreign Tongue", recubriendo el alma con solitarios acordes de Gin-Tonic (amb pomada mallorquina) y sintiendo la vida pasar. Muchos fueron entonces los que coronaron a Alela Diane como la heredera de los grandes del Folk [americano, claro], la nueva esperanza de un género dificil y austero, pero necesario y rico como pocos.
Y debió ser, entonces, que Alela atravesó la madriguera de conejo. Supongo que el éxito debió suponer su propio "País de las marabillas". No nos equivoquemos: me alegro. Me gusta ver el buen trabajo recompensado por las mieles del triunfo. Pero algo se debió romper en el ecosistema melancólico de la esperanza folk, porque su nuevo disco, titulado "To Be Still" y con fecha de 2009, es una especie de mirada hacia Alela, pero esta vez la perspectiva tiene lugar a través del espejo. Es decir, que la música de Alela en esta nueva aventura parece la misma que aquella que encandilaba a las bestias y a las sirenas. Y no se puede negar, los dos primeros tracks son puramente propios del estilo que imperaba ya en el album anterior. Pero desde el principio también puede apreciar uno que Alela ha dejado de ser un obrero del folk para convertirse en una especie de orfebre, y que su música está más trabajada, con una mejor producción, con más instrumentos alrededor de la base sencilla que era la marca de la casa en el "The Pirat's Gospel".
De hecho, incluso la voz de Alela suena diferente. Por momentos pienso, cuando escucho este nuevo "To Be Still" si no habrán querido hacer de ella una nueva Alanis Morrissette, con aquel timbre tan característico, tan especial que, diría, Alela puede también obtener pero no para reivindicar, sino para admirar la vida teniendo lugar a nuestro alrededor. Y su estilo sigue presente, sí, en este nuevo disco, especialmente en la canción "White as Diamonds", pero ha sido enmascarado por violoncelos y segundas voces que no hacen sino esconder la verdadera belleza de aquello que no necesita de adornos para ser precioso y genial. En el paso a través del espejo, Alela ha perdido su sencillez, o quizás la música, entendida como negocio, se la ha robado.
Con todo, no crean, el disco no está mal. Habría mejorado si hubiese sido editado en formato cassette o lp, donde existían las dos caras de los discos, ya que la primera parte de este album es aproximadamente buena, pero la segunda no tiene ningún tipo de sentido o gancho, se repite más que la empanada de mi madre, aunque sin el notorio placer de ésta. Algo se ha roto más allá del espejo y de la canción #Take us back, que ya en su título parece avisar de lo que vendrá despues: la nada absoluta.
Apreciando este nuevo trabajo de Alela Diane me he llegado a preguntar si no estaré haciendo lo mismo que los críticos con Dylan en su momento de cambio de estilo, del Folk a otra cosa diferente. Y me preocupa pensar en ello, ya que supondría decir, entre otras cosas, o que me he hecho viejo, o que no puedo, como otrora, entender cuanto pasa en Wonderland, que ya no puedo cruzar el espejo. Para alivio propio, ante tales incertidumbres, escucho de golpe la segunda parte de este disco que se esconde infame de la propia Alela, y entonces recuerdo que Dylan nunca pacto con la reina de corazones.